“Las andanzas quijotescas de Liu Shu: ¿cómo llega a China el famoso Hidalgo?”
Por: Lourdes ‘Aris’ Martínez
Lin Shu armó su literatura con el espíritu revolucionario de la época e invistió a su Quijote del mismo. Estamos en Shanghái, 1922, momentos de grises fatídicos en la China semicolonial y semifeudal de los siglos XVIII y XIX; cuando este erudito literario decide plasmar, en su idioma mandarín, las heroicas aventuras del singular caballero de espada y armadura. Así sale a enfrentarse a todas las inusitadas andanzas que cuenta, junto a su fiel amigo y su caballo inseparable, ahora representado como un corcel magnífico y veloz –aunque apunto, esto cambia sobre la mitad de la trama–.
En el seminario que asistí este año, Quijotes de cerca y de lejos del Grupo Cervantino (CCE) y de Estudios Literarios de la FHCE (UdelaR), que abarcaba aspectos fundamentales y peculiaridades sobre la obra: El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1605-1615), se hizo esta pregunta: “¿Cuántas de estas figuras salidas de la literatura mundial reconoceríamos a primera vista sin que nos dijeran de quién se trata?”.
Podemos contestar, casi sin pestañear, que prácticamente ninguna. Cervantes logró una obra de tan inimaginable trascendencia como sus historias quijotescas. Su impacto fue tal que inspiró a Lin Shu a reproducir la historia para que llegara al gigante oriental, a pesar de que jamás había leído “Don Quijote” y de que no hablaba ni una palabra de español (ni otros idiomas). Por supuesto, esto ocasionó que el autor chino aportara a su obra valores confucianos y refranes locales.
Gracias al Instituto Cervantes, más de 100 años después de aquella cruzada literaria de Lin Shu, se edita y publica en español: La historia del caballero encantado (Moxia Zhuan). A su vez, se le incorporan más de seiscientas notas explicativas y la encargada de la traducción (Alicia Relinque) realizó un gran esfuerzo por mantener un español similar al que se usaba en textos del Siglo de Oro. En palabras de Guillermo Bravo, uno de los editores que ha luchado durante años por publicar este Quijote, la obra de Lin Shu tiene un valor literario propio.
Así comienza la versión oriental Moxia Zhuan, ahora retraducida: “En La Mancha había un lugar, un lugar cuyo nombre no es preciso que mencione, a medias situado entre Aragón y Castilla. En aquel lugar vivía un hombre apegado a las antiguas tradiciones que gustaba de usar lanza y adarga, caballo veloz y perro cazador”. La cruzada está a punto de emprenderse, ¡qué quijotes! nos depararán…
El autor lo bautizó “Moxia” a Don Quijote, y esta palabras está formada por los morfemas ‘mo’: carácter relacionado con la magia, y ‘xia’: carácter muy especial reservado a los caballeros y los superhéroes.
La obra de Lin Shu, si bien ha tomado las andanzas quijotescas, ha redescubierto la historia desde otra perspectiva y carisma, imaginando otros pasajes. Se entiende que la obra de Don Quijote admite mil lecturas, así como también mil interpretaciones personales. Es lo que la hace grandiosa, y lo que ha provocado otra gran creación humana como lo es La historia del caballero encantado.
Entre las curiosas intervenciones de la traducción de Lin Shu está la de representar a Quijote como un maestro y a Sancho como un discípulo. En este sentido Alicia Relinque expresó: “Creo que aquí hubo un error de interpretación con la palabra master, que en inglés quería decir amo, y Lin lo traduce como maestro. Además, la idea del escudero no existe en China, se habla de un ‘criado’ que va montado a caballo”.
Así como sucedía con Cervantes, el escritor oriental plasmó un sentir de la época y de la sociedad del momento en su versión del héroe caballeresco. Si bien sigue inspirándonos con el relato de una amistad forjada en la vulnerable necesidad humana de comprensión y compañía, que busca las emociones de las grandes vivencias, los trazos que Liu Shu les otorgó tienen una marca literaria intrínseca y original de su autoría.
El gran traductor chino encontró, en el hidalgo manchego, un personaje que transmitía felicidad, esperanza, valores humanos y lo arropó con el espíritu de su nación. Liu Shu quería acercar a China la cultura occidental, fue el traductor más prolífico de su tiempo. Consiguió, gracias a su esfuerzo y dedicación profesional, que la literatura extranjera arribara a China, no sólo con “Don Quijote”, sino con 180 títulos más.
Logró con toda esta labor ser un importante acontecimiento en la época. A su vez, marcó un hito en alma de sus compatriotas, a los cuales impulsó a ser plenamente libres y vivir al límite sus sueños, como lo hizo su caballero encantado.
Este artículo de investigación, realizado por nuestra colaboradora en redacción y edición Lou ‘Aris’ Martínez